La psicometría -dice wikipedia- “también conocida como lectura táctil o psicoscopía es un tipo de percepción extrasensorial definida como la habilidad de obtener información relevante de un objeto, el dueño de un objeto, o la historia relacionada con un objeto haciendo contacto físico con dicho objeto. Suponiendo que dicho objeto posee cierta energía psíquica el cual puede transferir facilitando información y conocimiento sobre la historia de ese objeto”.
En algunas películas aparece este fenómeno que es realmente para hacer una película.
Tener la capacidad de ver lo que los demás no ven, pero que está escrito en las cosas. Ver lo invisible, pero que es real.
A veces cuando pensamos en los místicos, pensamos en este tipo de personas. Especiales. Que ven lo que nadie más puede ver.
Solo ellos ven a la Virgen que se aparece, o al Señor con unos rayos rojo y blanco saliéndole del corazón.
Místicos. Contemplativos… extraterrestres… y cuando oímos o leemos sobre la "llamada universal a la contemplación", que estamos llamados a eso… a veces nos podemos poner un poco nerviosos… porque, Señor, yo no veo apariciones… ni siquiera veo a mi ángel de la guarda.
Sin embargo, la contemplación no es tener experiencias místicas es algo mucho más normal.
Recuerdo cuando estaba en Granada, llegó de Colombia, donde había estado muchos años, un sacerdote. Ya conté el otro día, que en el colegio de allí, éramos todos recién ordenados esperando a ser lanzados al azar por la geografía mundial, y él era la voz de la experiencia y le hacíamos consultas.
Una de las preocupaciones era la Misa dominical. Bastantes niños no iban a Misa. ¿Por qué? -nos preguntábamos-. ¿Se aburren en Misa? ¿Quizás es que no entienden?
Podemos intentar explicarles mejor la Misa… después acudíamos al oráculo de Delfos -ese sacerdote mayor- y le preguntábamos.
Y recuerdo que respondió: Mira; la Misa se puede intentar explicar… y está bien probarlo. Pero la Misa es sobre todo un misterio… y uno la entiende, yendo.
Esto me viene a la cabeza al hablar de contemplación, porque esto es la contemplación: no tanto tener visiones, sino la forma de entender el misterio.
De la misma forma que al contemplar un cuadro o un paisaje, vas adentrándote en la obra y distinguiendo nuevos matices y riquezas nuevas, así se aprenden los misterios: contemplando.
Por eso es tan importante ser contemplativo, porque si no, nunca -iba a decir entenderemos, pero no- si no, nunca conoceremos a Dios.
Contemplando vamos conociendo, aprehendiendo, adentrándonos en el misterio del Sagrario, de Jesús eucaristía.
Contemplando la palabra en el Evangelio vamos conociendo al Verbo.
Contemplar es la forma de conocer el misterio. Y a Dios, nuestro amor, a Jesús, que es a quien queremos amar más, no lo conocemos haciendo conceptualizaciones, que después no sirven para mucho. A Jesús, Dios y hombre, que es un misterio que nos supera infinitamente, lo conocemos contemplando.
Ser contemplativo no es ser un lunático, un tío que va andando a un palmo del suelo. Es precisamente conocer la realidad de lo más esencial.
Ser contemplativo es ser el hombre más realista del mundo. Ser contemplativo es vivir siendo consciente de la verdad ontológica más profunda: siendo consciente de que -como dice san Pablo- en verdad Dios no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en Dios vivimos, nos movemos y existimos (Hb 17, 27s).
Seguro que alguna vez habéis hecho snorkel y habéis visto peces. Están como flotando. El agua a veces es más turbia, a veces es tan clara que parece que no existe. Y –no sé si te lo has preguntado haciendo snorkel- pero, el pez, ¿es consciente de que está en el agua?
Nosotros vivimos y muchas veces no somos conscientes de que vivimos en un fluido, la atmosfera.
Un contemplativo es un pez que es consciente que vive en el mar, es un hombre consciente de que vive en un fluido.
Un contemplativo es un hombre que es consciente de algo mucho más profundo de que vive en un fluido. Es consciente de que en verdad Dios no está lejos de mí. 28 Porque en Dios vivo, me muevo y existo.
Un contemplativo es un hombre que ve a Dios constantemente. Porque Dios es más íntimo a mí que yo mismo, a la vez que me sostiene en el ser.
Ser contemplativo es saber que sin ser Dios y sin confundirme con él, estoy inmerso en Él, estoy rodeado. Si miro adentro está él, si miro afuera es Él. (cf. Ps 138)
Por eso el contemplativo: trabaja en Dios, descansa en Dios, va por la calle en Dios, ve una película en Dios, lee el periódico en Dios y viaja en Dios. Todo lo hace sabiendo que en Dios vivo, me muevo y existo.
Como San Josemaría que leía el periódico con Dios: “Oración: aunque yo no te la doy (...), me la haces sentir a deshora y, a veces, leyendo el periódico, he debido decirte: ¡déjame leer! —¡Qué bueno es mi Jesús! Y, en cambio, yo...» (Apuntes íntimos, 1934)”
El contemplativo no es uno que vive en la luna: un lunático, no es un desadaptado… es el más realista. El que conoce las cosas como son.
Es lo que necesita el mundo actual, tan desconectado de esta verdad ontológica. Es la verdad y la gente no lo sabe.
Lo escribía JPII en esa carta llamando a la evangelización de Europa:
«...se necesitan heraldos del Evangelio expertos en humanidad, que conozcan a fondo el corazón del hombre de hoy, participen de sus gozos y esperanzas, de sus angustias y tristezas, y al mismo tiempo que sean contemplativos, enamorados de Dios. Para esto se necesitan nuevos santos. Los grandes evangelizadores de Europa han sido los santos, Debemos suplicar al Señor que aumente el espíritu de santidad en la Iglesia y nos mande nuevos santos para evangelizar el mundo de hoy».
Esto es lo que nos pide la Iglesia, lo que nos pide Dios, que no es otra cosa que conocer esta verdad y vivir contemplando esta verdad.
A veces se dice que ser contemplativo es tener los pies en el suelo y la cabeza en el cielo… pero yo lo que veo es que el contemplativo es realmente el que tiene los pies en el suelo. De la misma manera que un pez que sabe que no puede vivir fuera del agua no es que sea un místico, es un pez con sentido de la realidad.
Señor, sabemos que esto es y sin embargo, muchas veces se nos olvida. Se nos nubla la y caemos en pensar que no, que en realidad dependemos del dinero, dependemos del prestigio, de la posición social, del reconocimiento de los demás… nos olvidamos de LA VERDAD.
¿Cómo podemos llegar a vivir en la contemplación de esta verdad?
Muchos de nosotros realizamos unas prácticas de piedad cada día que nos van introduciendo en la conciencia de lo más real: nuestra dependencia de Dios.
en Dios vivo, me muevo y existo.
sin mi, no puedes hacer nada.
Vamos a aprovecharlas y veremos cómo crece la contemplación de esta verdad en nosotros.
Hoy me pregunto delante de ti Señor.
¿Me hago consciente de tu presencia cuando vengo al oratorio?
Nuestra meditación, mis ratos de oración contigo Señor, no son simplemente un remanso de paz, un momento de reflexión, un momento de tranquilidad donde decidir…
¿Soy contemplativo cuando hago la oración? ¿Soy consciente delante de quien estoy?
¿Soy consciente de que aquí está: la causa primera, el motor inmóvil, el que sostiene mi ser, en quien vivo, el creador del cosmos, el hacedor del big bang, el inventor de lo que estoy intentando resolver en mi trabajo (esa constante física, esa reacción química que me emociona)… ¿soy consciente de aquí, en mi casa, en esa Iglesia en la que he parado a hacer la oración, está Dios; que es mi Padre, mi Hermano, mi Amor?
¿Soy consciente de que aquí está: la belleza (y vemos muchas cosas bellas: un paisaje, el mar, una mujer, la sonrisa de un niño,…) aquí está la belleza, la luz, la bondad, el bien?
¿Soy consciente de esto cuando me pongo a mirar el twiter en el móvil durante la oración?
Señor perdóname, ayúdame.
“Acto de presencia de Dios”, -decimos a veces al comenzar el examen de conciencia. Pero es algo muy serio que queremos hacer en cada oración.
Acto de presencia de Dios. Contempla a Dios, uno y trino, creador, omnipotente, padre. Que está aquí.
Solo con que seamos contemplativos en la oración, ya ganaríamos mucho en el espíritu contemplativo a lo largo de la jornada.
Cuando yo os llamo contemplativos —decía San Josemaría—, entiendo que en medio del fragor de la muchedumbre —porque nosotros estamos en medio de la muchedumbre...—, en medio del fragor del mundo, sabemos encontrar el silencio del alma contemplativa, y mirar a Dios como se mira a un Padre, como se mira a un amigo que se quiere con locura.
El silencio de la oración es caldo de contemplación. Es la caldera… decía San Josemaría.
El silencio de la tarde y de la noche.
Jesús, ayúdame a contemplar esta verdad en silencio.
“La contemplación –dice un texto espiritual- es una oración que no tiene necesidad de palabras. Sin embargo es verdadera oración, e incluso su forma más elevada, porque entre las personas que se aman el diálogo, a veces, no es más que mirarse. Es un don de Dios al que todos podemos aspirar. Pero es preciso prepararse, con ayuda de la gracia, para recibirlo. Cuando un cristiano procura corresponder con generosidad a la acción del Espíritu Santo,... el Paráclito llena su alma de un intenso amor Se establece entonces una sintonía, una cierta connaturalidad con Dios, que permite mantener la comunicación con Él incluso en medio de las actividades más absorbentes”.
La contemplación es como una oración existencial. Y es la que te pedimos para nosotros Señor.
Es vivir sintiendo que somos tuyos: venimos de Ti y estando en Ti, a Ti volvemos.
En la vida nuestra, hijos míos, todo ha de ser oración, contemplación, unión con Dios. Quien luche por vivir así, saldrá adelante, será santo. Yo mido la eficacia de las obras por el grado de santidad que alcanzan los que ahí trabajan; y no quiero ninguna labor si los hombres que trabajan en ese lugar no se hacen mejores. ¡No me interesa! Todo eso es transeúnte, y nosotros vamos detrás de lo permanente.
La Virgen no se deja engañar por lo aparente. Un bebé que llora, un niño que balbucea, un adolescente que comienza a trabajar… pero es Dios. En el vivo.
Por eso San Josemaría decía: Amando a la Virgen aprenderéis a ser contemplativos.
Dichosos vosotros por lo que ven vuestros ojos y por lo que oyen vuestros oídos... Madre nuestra, si nos ayudas a ser contemplativos, veremos y oiremos en medio del fragor del mundo.
Comentários