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Enrique Bonet

Francisco de José

El 13 de marzo de 2013, ¿dónde estabas? No sé si recuerdas que pasó hace ocho años.

A las 19.05 empezó a salir humo de una chimenea muy especial. Una chimenea cuya caldera estaba en la Capilla Sixtina. Y el humo era blanco. Fumata blanca

Cuando salió el Papa ya eran casi las ocho. Fue muy emocionante. El Papa inmóvil… se quedó mucho rato quieto, mirando al pueblo. Y pidió oraciones: “la oración del pueblo sobre su pastor”.

-Jesús te damos gracias por el Papa. Porque la vida de Jorge Mario Bergoglio; la vida de Francisco. Es una vida entregada a la gente.

El Papa estudió química. Podía haberse dedicado a trabajar. Haberse casado con su novia. Podía haberse dedicado a su familia… pero se entregó a Ti Señor. Y a todos nosotros. Gracias.

Y en todo este proceso hay un secreto. Hay una persona que le ayudó a dar ese paso: a entregarse.

Y esa persona está como escondida, secretamente representada, en su escudo.

Si miráis el escudo del Papa. Es de color azul y tiene tres elementos, fundamentalmente. El más grande un sol con unas letras dentro IHS y tres clavos. Es el escudo de los jesuitas.

Después abajo, un poco más pequeña hay una estrella. Representa a la Virgen. El Papa le tiene mucha devoción.

Y al lado hay una flor de nardo. Representa a san José. San José tiene mucho que ver con que estemos celebrando la elección del Papa.

El 21 de septiembre de 1953 -se cuenta en la biografía de Francisco-, le faltaban seis semanas para cumplir los diecisiete. Fue a principios de la primavera, época en que, por todo Buenos Aires, los jacarandás estallan en su floración violácea. Iba al encuentro de su novia junto a sus amigos del colegio y sus compañeros de Acción Católica para celebrar el Día Nacional de los Estudiantes.


Bajando por la avenida Rivadavia, al pasar por delante de la basílica de San José, que tan bien conocía, sintió la necesidad de entrar.

Y ahora continúa Francisco: «Entré. Sentí que tenía que entrar, esas cosas que vos sentís adentro, que no sabés cómo son,…

Y... Miré, estaba oscurito... una mañana de septiembre, tipo nueve de la mañana, y veo que venía un cura caminando... No lo conocía, no era de la iglesia... Y se sienta en uno de los confesonarios, en el último confesonario a la izquierda, mirando al altar a la izquierda, el último, y ahí, yo no sé qué me pasó, sentí como que alguien me agarró de adentro y me llevó al confesonario. No sé lo que pasó ahí. Evidentemente que yo le conté mis cosas, me confesé... Pero no sé lo que pasó, y...

Cuando terminé de confesarme le pregunté al padre de dónde era, porque no lo conocía, y me dijo: «No, yo soy de Corrientes, y estoy viviendo aquí cerca, en el Hogar Sacerdotal, y vengo a celebrar misa aquí, en la parroquia, de vez en cuando.» Y tenía un cáncer, una leucemia, murió al año siguiente.

Ahí sentí que tenía que ser cura, pero no dudé, no dudé.

En vez de ir a pasear me volví a mi casa porque estaba como conmovido. Después seguí la escuela y todo, pero ya orientado a seguir. Terminé el colegio industrial, trabajé de químico y después entré al seminario.

Pero como que me agarró ese 21 de septiembre con una gran misericordia Jesús. ¿Qué sentí? Nada, que tenía que ser cura. Punto. Me llamó. En ese momento tenía diecisiete años, esperé tres años más, que terminé, trabajé y después entré al seminario.

La vocación es «una llamada de Dios ante un corazón que la está esperando conscientemente o inconscientemente”….


Y eso, sucedió en la Iglesia de san José. Bajo la mirada de San José. Después, el Papa siempre se apoyó en san José para seguir entregándose a los demás.

Cuando fue nombrado director de una casa en la que vivían 180 jesuitas jóvenes que estudiaban teología, los fines de semana los mandaba por los pueblos de alrededor para que dieran catequesis a los niños. Y empezó a venir gente a la Iglesia y tuvieron que hacer más parroquias. La primera que se hizo se llamó de San José.

Y desde que fue obispo, en Buenos Aires y después en Roma, siempre tiene en la mesa de trabajo una imagen de san José. No es casualidad que le eligieran el 13 de marzo… y así su misa de comienzo solemne de pontificado fue el día de San José.

Jesús, hoy te damos gracias porque el Papa te dijo que sí. Y le damos gracias a san José porque le ayuda constantemente.

Quisiera decirles una cosa muy personal. Yo quiero mucho a San José. Porque es un hombre fuerte y de silencio.

Y tengo en mi escritorio una imagen de San José durmiendo. Y durmiendo cuida a la Iglesia.

Sí, puede hacerlo. Nosotros no. Y cuando tengo un problema, una dificultad, yo escribo un papelito y lo pongo debajo de San José para que lo sueñe. Esto significa para que rece por ese problema”.

Fue el Papa el que dijo que se nombrara a san José en la Misa, en todas las plegarias eucarísticas. Antes sólo se le recordaba en la primera. Fue la Papa que consagró el Vaticano a San José y (a San Miguel). Y ahora el papa nos dice, oye, vamos a dedicar un año a san José.

Es como si te dijera: -Haz la prueba. A mi me ha venido muy bien.

Oye, ¿no podrías querer más a san José? ¿No crees que te ayudaría? ¿No crees que puede ayudarte,… en esto y en eso?


En los estudios, ya que el trabajo. En tu vida espiritual, pues él es el que tuvo más confianza con María y Jesús… En tu familia, pues él era el padre en la sagrada familia… la familia con menos discusiones de la historia…

-A mi me ha ido muy bien -decía en una rueda de prensa: "cada vez que le he pedido algo a San José, me lo ha concedido”.

A los santos también. Santa Teresa decía: “No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer”.

Es que me lo hace todo. Todo lo que le pido. Las carmelitas han aprendido de su reformadora y le tienen mucha devoción.


Y santa Teresa decía. Oye, si no me crees, prúebalo: “Sólo pido por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción”.

Jesús, ayúdanos en este año a descubrir a este Santo. Al que te hizo de padre. Sabemos que a tu Madre no le niegas nada… ya se ve que al que te hizo de Padre tampoco. San José, mi padre y señor, interceded por nosotros.


Enrique Bonet

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