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Enrique Bonet

La boca de Cristo

Actualizado: 23 ene 2022

Hay una figura en el Evangelio que me resulta simpática: San Mateo.

Un publicano. Un proscrito. Despreciado porque era cooperacionista con las fuerzas de ocupación, pero alguien que es elegido por Jesús.

La propia liturgia de la fiesta recuerda en distintos momentos la frase que el mismo Señor dirigió a los oyentes el día del banquete que se celebró en casa de Mateo: no he venido a llamar a justos sino a pecadores.

“Miserando atque eligendo”: Jesús tuvo misericordia y le elige a pesar de ser un pecador.

Mateo es un pecador. Pero un pecador que muere mártir.

De pecador a mártir.


Es fácil identificarse con el Mateo pecador… pero nos gustaría, Jesús, identificarnos con el Mateo mártir. Con el Mateo santo.

¿Cómo se produce esta evolución? ¿Cómo se cambia de pecador a santo?

Pues no es un curso online. No es un entrenamiento. No es un coaching… o un libro de autoayuda lo que cambia a Mateo.

Es sólo una cosa: vivir con Jesús, hablar con Jesús… y es a lo que tú nos llamas Señor.

Jesús, ayúdame a no asustarme de mis pecados, sino a aferrarme a Ti, a la relación contigo. A la oración.


Oración: relación con Dios. Si estás leyendo esto es porque intentas hacerla con frecuencia. Hablar a Jesús, mirarle, contemplarle. Empaparse de Cristo.

Connaturalizarse.


Oración. Algo que parece tan pasivo -si alguien te viera ahora pensaría que no estás haciendo nada- y que resulta que es el verdadero motor del mundo.

Hoy puede ser bueno replantearse: ¿cómo es mi oración? Y redescubrir el regalo que nos ha hecho Dios: el Evangelio.


¿Qué seria Jesús de mi relación contigo sin el Evangelio? El Evangelio no es solo un libro de recuerdos fidedignos. Es palabra de Dios. Y lo hemos notado.

No es normal cómo penetran, como inciden unas palabras que en apariencia son tan comunes… pero no. Son palabras de la Palabra.


Por eso, cuando pensamos en hacer un rato de oración y nos vienen a la cabeza libros de tal y cual autor; unos folletos; un artículo de internet… Bien… pero, ¡el Evangelio!

¡Cómo nos transforma el Evangelio! Cuando hacemos la oración con los Evangelios, tu Vida, Jesús, va empapando mi vida… y se nota.


A San Josemaría le sucedió algo, que aunque es una anécdota, le hizo pensar en esto. Fue en 1931. Lo cuenta él: «Ayer por la mañana, en la calle de Santa Engracia, cuando iba yo a casa de Romeo, leyendo el cap. segundo de San Lucas, que era el que me correspondía leer, encontré a un grupo de obreros. Aunque yo iba bastante metido en mi lectura, oí que se decían en voz alta algo, sin duda preguntando qué leería el cura. Y uno de aquellos hombres contestó también en voz alta: “la vida de Jesucristo”. Como mis evangelios están … forrados con tela, no pudo aquel obrero acertar en su respuesta, más que por casualidad, por providencia.

Y pensé y pienso que ojalá fuera tal mi compostura y mi conversación que todos pudieran decir al verme o al oírme hablar: éste lee la vida de Jesucristo».

Si rezo con el Evangelio, la gente al verme, notará: “Este lee la vida de Jesucristo”.

Leer y meditar la vida de Jesucristo nos ayuda a entrar en sintonía con el querer de Dios. Es una Palabra que no deja indiferente; tiene un poder transformador infinito porque está viva. Si la recibimos, nos cambia. Si la acogemos, nos vivifica


El tercer domingo del tiempo ordinario el Papa Francisco instituyó, precisamente para esto, el domingo de la Palabra.

Decía Francisco: «Hagamos espacio dentro de nosotros a la Palabra de Dios. Leamos algún versículo de la Biblia cada día. Comencemos por el Evangelio; mantengámoslo abierto en casa, en la mesita de noche, llevémoslo en nuestro bolsillo o en el bolso, veámoslo en la pantalla del teléfono, dejemos que nos inspire diariamente. Descubriremos que Dios está cerca de nosotros, que ilumina nuestra oscuridad y que nos guía con amor a lo largo de nuestra vida».

¡Qué fácil es ahora! ¡Qué accesible la palabra de Dios! Hay miles de aplicaciones que nos facilitan el Evangelio del día. Podemos llevar la Biblia en nuestro Smartphone. Entramos en internet y la tenemos. Por ejemplo, hace poco en la web del Opus Dei el primer apartado es "Recursos para orar hoy". Lo primero es el texto del evangelio de la Misa y un comentario.


Uno lee el evangelio en el móvil y puede pensar: ¡qué freaky soy! Pues no tanto. El octavo podcast más oído en EEUU en apple podcast es “The Bible in a year”. Ha tenido en 2021, 160 millones de descargas. Se trata de un programa de 20 min de Fr. Mike Schmitz en el que se lee un fragmento de la biblia cada día, se comenta y se concluye con una oración.


Señor, Tú nos buscas por cielo, mar y agua; y nos dices: – ¡Déjate tocar por mi palabra!

Recuerdo una persona con la que hablaba en el acompañamiento espiritual. Comentamos esta forma de hacer oración: escuchar al Señor que nos habla en la Escritura. Empezó a leer las lecturas de la Misa de cada día. Y cada semana, cuando hablábamos me decía: el lunes, el Señor me dijo esto en la primera lectura; el martes, esta frase del Evangelio; el miércoles, leyendo esto me decidí a comenzar eso otro... Me quedé emocionado de la labor del Espíritu Santo en esa alma... e intenté aprender de él.


Señor, ayúdame a aprovechar esta riqueza insondable. Como han hecho los santos.

Es conocido que San Ignacio hablaba de la “composición de lugar”.

Se trata de leer el evangelio y aplicar la imaginación para contemplar la escena. ¿Quién soy en esta escena? ¿Qué veo? ¿Qué oigo? ¿Qué huelo? ¿Qué toco? ¿Qué me dice Jesús?


San Josemaría recogiendo esta tradición decía:

«Al abrir el Santo Evangelio, piensa que lo que allí se narra –obras y dichos de Cristo– no solo has de saberlo, sino que has de vivirlo.

Todo, cada punto relatado, se ha recogido, detalle a detalle, para que lo encarnes en las circunstancias concretas de tu existencia.

El Señor nos ha llamado a los católicos para que le sigamos de cerca y en ese texto santo [el Evangelio] encuentras la vida de Jesús; pero, además, debes encontrar tu propia vida.

Aprenderás a preguntar tú también, como el apóstol, lleno de amor: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?...”.

... Pues, toma el evangelio a diario, y léelo y vívelo... –Así han procedido los santos».


Palabra de Dios, decimos al proclamar la Escritura en la Misa. Y yo, ¿me lo creo? ¿me creo que Dios me ha hablado?


«En diversos momentos y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo» (Hb 1,1-2).


Los santos han sido conscientes de esto que decimos en Misa.

San Agustín decía: el Evangelio es «la boca de Cristo: está sentado en el Cielo, pero no deja de hablar en la tierra» (Sermón 85, 1).


Por eso nuestra oración vive de la meditación del Evangelio; leyendo, meditando, releyendo, grabando en la memoria, considerando una y otra vez sus palabras, Dios nos habla al corazón.


Tan es así que fijaos en lo que dice Benedicto XVI:

La sacramentalidad de la Palabra se puede entender en analogía con la presencia real de Cristo bajo las especies del pan y del vino consagrados. […]

Sobre la actitud que se ha de tener con respecto a la Eucaristía y la Palabra de Dios, dice san Jerónimo [y cita a este Padre]: “Nosotros leemos las Sagradas Escrituras. Yo pienso que el Evangelio es el Cuerpo de Cristo; yo pienso que las Sagradas Escrituras son su enseñanza. Y cuando él dice: ‛Quien no come mi carne y bebe mi sangre’ (Jn 6,53), aunque estas palabras puedan entenderse como referidas también al Misterio [eucarístico], sin embargo, el cuerpo de Cristo y su sangre es realmente la palabra de la Escritura, es la enseñanza de Dios” (Verbum Domini, 56).


María; te decimos lo que los apóstoles le dijeron a tu Hijo.

Danos siempre de este Pan, que es la palabra que procede de la boca de Dios.





Enrique Bonet Farriol

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