Hace unos días, experimenté la pena de tener que celebrar el funeral de Miguel, un amigo mío, abogado honrado y amante del cine. Dios se lo llevó a los 48 años. Pronto. Muy pronto. Lo lloramos con su madre y su hermano; con sus amigos.
Aquí os comparto las reflexiones -reflexión y oración- que hicimos junto al féretro.
Queridos Mari Cruz, Álvaro; Isabel, Nuria, Rosario y familia.
El domingo pasado 1 de octubre escribí un whatsapp a Miguel, en ese lenguaje que él usaba, que era a la vez un arte y un juego. A veces escribía los whatsapp como si estuviera escribiendo un guión de película. Impresionaba su buen hablar. Yo intentaba estar a la altura y le envié:
“Hay que reeditar nuestro café” y el me contestó, “¡¡¡esta semana cuando quieras!!!”.
Hoy es sábado. No ha pasado una semana. Has cumplido. Aquí estamos juntos. Estamos conversando, pero no imaginaba un café así, público. Hoy me tocará a mí llevar el peso de la conversación.
Y para este café de hoy me venían a la cabeza las palabras que el clásico español escribió en "El gran teatro del mundo”.
Seguramente si Calderón hubiera escrito esta obra hoy y te hubiera conocido, Miguel, la obra se llamaría “El gran plató del mundo". Y por eso lo traigo a colación, porque todo lo que sea cine, te gusta.
El autor clásico, recreando un diálogo entre un rey y el mundo. A la hora de la muerte del monarca, el mundo le pregunta:
– ¿Quién fuiste? ¿Cuál fue tu papel en el mundo?
Y contesta el rey, extrañado de que el mundo no reconozca ya quién es él-:
– Aquel fui que mandaba cuanto dora
el sol, de luz y resplandor vestido,
desde que en brazos de la aurora nace,
hasta que en brazos de la sombra yace.
Mandé, juzgué, regí muchos estados;
hallé, heredé, adquirí grandes memorias;
vi, tuve, concebí cuerdos cuidados;
poseí, gocé, alcancé varias victorias.
Formé, aumenté, valí varios privados;
hice, escribí, dejé raras historias;
vestí, imprimí, ceñí en ricos doseles
las púrpuras, los cetros y laureles.
Y el MUNDO, que mientras va hablando vanagloriándose de lo que hizo en la tierra lo va desposeyendo de sus atributos reales, le dice:
– Pues deja, suelta, quita la corona;
la majestad, desnuda, pierde, olvida,
vuélvase, torne, salga tu persona
desnuda de la farsa de la vida.
“Salga tu persona desnuda de la farsa de la vida”
Y pensaba en Miguel y su amor por el cine.
En Miguel y en su moverse por los dos mundos que hay a cada lado de la pantalla.
El mundo del celuloide: viendo, criticando, disfrutando del séptimo arte. Yo recuerdo con gozo los cafés que nos tomábamos -bar Galaxia, preferentemente-. Comentando estrenos, impresiones, actores y directores. Yo fundamentalmente aprendía en esos encuentros. Era como una tertulia de aquel programa de Garci…
Él vivía y disfrutaba del mundo de la pantalla. Pero sabía que ese mundo no es real. Es solo un símbolo, como todo arte. Es una invocación gráfica de cosas que sí son reales: invocación de los gozos, de las penas, de las desilusiones, de historias que fueron y de historias que nunca fueron pero que contienen sentimientos y situaciones reales.
Pero también vivía y conocía el mundo del otro lado de la pantalla. El mundo real. Esos personajes que admiramos en las películas, tienen su vida real. Nacieron en un lugar, tienen unos padres, unos hermanos, una vida que es la auténtica.
Y uno de sus momentos anuales esperados era el festival de San Sebastián. Y allí veía la carne y los huesos del cine. La parte que es real. La vida auténtica de los que están después en un plató.
Harrison Ford -por ejemplo- solo es Indiana Jones como un símbolo de la audacia, el coraje, el humor socarrón… y el anti-héroe con suerte; pero Indiana Jones cuando sale del plató deja de existir. Fuera de éste, es Harrison Ford que tiene una vida real; una vida que es la importante: una historia de amor. Su mujer, sus hijos, su vida. Lo que realmente llena su vivir. Su peripecia de convertirse de carpintero de decorados a actor estrella.
Esa es la verdadera historia. Esa es la verdad del actor.
Y por mucho éxito que tenga un actor en su vida en la pantalla, lo que importa es el amor que llena su vida real.
“Salga tu persona desnuda de la farsa de la vida”.
Llega un momento en el que Dios nos llama del plató a la vida real. Del mundo de los símbolos a la realidad profunda.
Lázaro, sal fuera.
Miguel, sal del plató del mundo.
Ahora no importa ya tu papel de abogado honrado, de soltero de oro (un poco sí lo era), de consejero ecuánime, de crítico con el sistema y la justicia.
Sal del plató y ahora disfruta de la historia de amor que está detrás de cualquier papel que representamos en esta vida: la historia de amor de la criatura con el Creador.
Y esta historia era el contenido principal de nuestras conversaciones.
Miguel había ido reencontrándose con el Creador. Con Dios. Con Papá -que así llamamos a Dios los cristianos-.
La semilla que plantaron sus padres en su alma, que se fortaleció en el colegio, crecía, daba sus propios frutos. Creaba sus propias formas, sus propios modos. Como cualquier historia de amor, que es única -compartida por dos-.
Miguel (sin ninguna ostentación) disfrutaba cada vez más de Dios como fuente de paz.
Había ayudado a su padre a ponerse en manos del Dios en la enfermedad.
Me pidió un rosario para Jesús, su padre. Y también uno para él. Lo rezaba con cierta frecuencia. Ponía las cosas en manos de la Virgen
En nuestra conversación de Whatsapp hay un mensaje que quedó en visto. Un visto que ya será eterno.
Mi mensaje era una invitación a un rato de vela al Santísimo en el club Raier. Lo hacemos los primeros jueves de mes y él los últimos años venía cuando podía.
“Me da paz” – decía. Y es lógico.
Porque Dios dice la verdad: Mi paz os dejo, mi paz os doy. No os la doy como la da el mundo.
Vamos a rezar por Miguel. Una oración que primero es de acción de gracias. Porque Dios nos lo ha regalado 48 años.
Vamos a rezar para dar gracias por todo lo bueno que ha hecho, que no fue poco… también por el amor y el trabajo de promoción de este lenguaje que es el cine; de esta forma de belleza, que nos habla de Dios.
Y vamos a rezar también porque -errare humanum est- probablemente se equivocaría en alguna cosa como todos, tendría errores, quizás algo que solucionar con alguien, antes de partir.
Con nuestra oración le ayudamos a presentarse libre ante la presencia de Dios. Por eso estamos planeando con Mari Cruz y Álvaro hacer, con más calma una misa por su alma otro día.
Miguel salió del escenario, dejó el plató y ahora está viviendo en directo el amor que llena la vida de verdad. El amor con Aquel que nos ha hecho eternos. Nadie puede darse a sí mismo la eternidad; la inmortalidad.
Miguel vive ahora la verdad nuestra, que en Dios nos movemos, vivimos y existimos. Y, con la ayuda de nuestra oración, podrá disfrutar del amor de quien nos creó y nos amó tanto que dio su vida por nosotros.
Hoy es precisamente la fiesta de María del Rosario, día en que recordamos esa devoción. Hace unos meses, me volvió a pedir un rosario. había perdido el suyo. Se ve que lo rezaba; quería otro.
De la mano de María, con quien estabas cuando rezabas el rosario, que ella te lleve al altísimo y sus ángeles te acompañen.
¡Nos vemos fuera del plató, Miguel!
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