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Enrique Bonet

Café por Navidad. Un cuento



Miraba por la ventana. Era Navidad. Siempre había sido una época entrañable… y en algún sentido tan previsible.


Lo mismo, el mismo día, en el mismo lugar. Los mismos comensales, incluso el mismo menú: canalones, y su especialidad: pato a la naranja.


Todo igual. Año tras año... y más de cuarenta en aquella casa.


Los hijos habían ido naciendo. Habían marchado a estudiar afuera, pero siempre volvían. El mismo día, el mismo lugar, el mismo menú.


Era como uno asidero, algo seguro, constante; que era imposible que cambiara... hasta que llegó este año.


Y este año, el mismo día, a la misma hora y al mismo lugar estaba comiendo sola. Ni siquiera había preparado los canalones. Total, para qué! Estaba comiendo lo que había sobrado del salmón de ayer mientras veía el telediario.


Si, es verdad que todos habían llamado esta mañana; los hijos, los nietos -si, también había nietos-... pero ahora, ese momento que parecía inamovible, había saltado por los aires.


Se hizo un café y apagó el televisor. Silencio... ¡al fin! ¡Qué difícil es encontrar el silencio! Es como aquel botón que se te ha perdido en casa, sabes que está, pero ¡dónde demonios ha ido a parar! Ahora lo había encontrado. Silencio.


Sorbió un poco de café... no pegaba con aquel día, aquel era un día de cava y ¡ella con un café!


Levantó la vista y vio el Belén (¡claro que lo había hecho! Eso era indiscutible)... y entonces se dio cuenta: ¡aquello era el que no cambiaría nunca! Antes de Cristo, después de Cristo. Antes de este Niño y después. Lo vio con claridad meridiana.


Todo el universo gira en torno esta cuna. Ella misma orbitaba alrededor del Belén, toda la vida lo había estado haciendo... y no era consciente. Ahora estaba clarísimo. El Niño la miraba desde toda la eternidad.


–Niño, ¡toda la vida mirándome y yo corriendo... cómo me he podido perder tantos años de tu mirada!


Dio otro sorbo al café... ahora sabía distinto, como si fuera de Colombia... incluso toda aquella situación se veía de otro modo.


–Niño, has tenido que detener el mundo para que nos diéramos cuenta de donde estaba el centro del universo... pero me acordaré mañana?


_____________


¡Feliz día de la Natividad de «Dios con nosotros»!


Enrique Bonet

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